Autor: J.D Salinger
Editorial: Alianza
Género: Realismo
Precio: 10,20 euros
Páginas: 288
ISBN: 9788420674209
SINOPSIS
Las peripecias del adolescente Holden Cauldfiel en una Nueva
York que se recupera de la guerra influyeron en sucesivas generaciones de todo
el mundo. En su confesión sincera y sin tapujos, muy lejos de la visión
almibarada de la adolescencia que imperó hasta entonces, Holden nos desvela la
realidad de un muchacho enfrentado al fracaso escolar, a las rígidas normas de
una familia tradicional, a la experiencia de la sexualidad más allá del mero
deseo.
OPINIÓN
Quería leer este libro, tenía muchas ganas desde que me propuse ampliar mis horizontes lectores más allá de la literatura juvenil actual. Y no por el amor que el asesino de John Lennon le procesaba, sino porque me habían hablado muy bien de él. Ya sabía que este es ese libro que tienes que leer cuando eres adolescente, pero no un adolescente cualquiera, sino un adolescente nivel doctorado universitario: inadaptado, cansado, un trote entre ser un intensito y ser un nihilista, perdido y solo (a pesar de toda la gente que pueda haber alrededor). Leer este libro puede doler, porque todo lo que Holden Cauldfield haga mal, todo lo mucho que le reprochen como nada le llena, te lo estarán reprochando a ti también. Sí, es cierto que a esta novela, en mi opinión, le falta algo. Quizá un argumento sólido al que atenerme. O quizá simplemente necesitaría más frases de las que se clavan dentro de ti, que te hagan sentirte más conectado al protagonista, que justifiquen por qué tú eres Holden. Pero a pesar de ese algo que le falta a la novela, no deja de contar la noche de reflexión que todos, en el fondo, vivimos, de una forma en la que todos, en el fondo, nos gustaría vivir.
Porque en El guardián entre el centeno no ocurre nada. El protagonista se dedica a pasear, a dar tumbos y bandazos contra paredes, hiriéndose, dejándose la piel a impulsos, siendo, sinceramente, un tonto. Pero tonto de los de verdad. No es una situación en la que te vendan lo que le acaba de pasar al protagonista para explicar lo que va a empezar a hacer, no es una estructura, es un día más en su vida. Casi causa un poco de angustia pensar que ese puede ser su día a día: su forma de (no) pensar y su forma de actuar. Pero en el fondo por este motivo (y muchos otros), todos somos Holden Caulfield.
Esta es una novela que se escribió en los sesenta, un libro para niñatos irascibles de la época a los que lo único que les llenaba era tener a alguien con quien quejarse de todo, entonces, ¿por qué a día de hoy, es un libro que se puede leer con la impresión de que fue escrito ayer? ¿Por qué sigue provocando los mismos sentimientos y hablando pestes de lo mismo de lo que hablan pestes sus lectores? Porque más allá del niñato de inmadurez facilona que es su protagonista, en él se puede ver la capacidad de hacerse preguntas. Preguntas sobre por qué creemos que está bien algo que le sienta tan mal a la gente, preguntas sobre ponerse en camino de un sitio sin saber ni siquiera qué sitio es (y mucho menos, si te parecerá un buen sitio), preguntas acerca del comportamiento de la gente, preguntas acerca de si es problema de ellos, o el problema eres tú. Sí, su protagonista será un niñato, pero es un niñato mucho más lleno de verdad que el ambiente en el que se mueve, incluso aunque a veces actúe con esa falsedad que tanto, tantísimo, critica de la gente de su alrededor. Hasta la exasperación considera a todos falsos, falsos, falsos, en su forma de comportarse y en su forma de reaccionar como todos esperan que reaccionen, y él se ve irremediablemente arrastrado a comportarse como un falso también, y eso le duele.
Es curioso como en la odisea urbana del protagonista van apareciendo distintos personajes que tienen su propia historia de forma velada. En un susurro, el protagonista los describe por encima, y da detalles de ellos que hacen volar la imaginación para imaginarnos una verdad escondida detrás de las intervenciones que hacen. Prostitutas, falsas amigas, amienemigos, hermanas pequeñas con la ternura de un bebé y la madurez de una madre, profesores con ojos de pena... todos juegan un rol en el sinsentido que supone El guardián entre el centeno.
La narración es en primera persona desde el punto de vista de, como no, Holden. Su pobre vocabulario se ve en la repetición de la palabra "jo" hasta la saciedad y en las ideas inconexas entre sí que intenta transmitir infructuosamente de forma clara, a fin de hacerse entender. En su mundo, nunca lo consigue, en el nuestro, en el de sus lectores, sí. Una narración acorde con la historia que se cuenta.
Sé que una reseña en la que todos los puntos que se intenten analizar vayan dirigidos al protagonista es rara, pero eso es esta novela. Esta novela es Holden Caudfield. Como he dicho: sin argumento, sin estructura. Con un aspecto pasivo pero pataleando de rabia y dando tumbos por Nueva York. No hay más que decir, ni siquiera voy a intentar ponerle una nota numérica, como me ha pasado otras veces. Cierto, me ha faltado algo, pero la lectura me ha más que merecido la pena. Me ha gustado leyéndola, me ha fascinado analizándola y me ha hecho pensar escribiendo sobre ella. Solo sé que El guardián entre el centeno es un libro que, de haber leído dentro de cinco años, me hubiera matado de rabia por no haberlo descubierto ahora. No voy a hablar de edad, no voy a decirle a nadie que se le ha pasado el arroz para esta lectura, pero si voy a decir que tengáis prisa en recibir esta dosis de palabras que componen la obra de Salinger si estáis un poco perdidos. Porque antes de decir que nadie os comprende debéis beber un poco de la autocompasión de Cauldfield.
Al fin y al cabo, alguien que ha inspirado tantos indipersonajes de la literatura, desde los libros de Ben Brooks hasta los amigos de Charlie de Las ventajas de ser un marginado, no puede no levantar las empatías de sus lectores.
Porque en El guardián entre el centeno no ocurre nada. El protagonista se dedica a pasear, a dar tumbos y bandazos contra paredes, hiriéndose, dejándose la piel a impulsos, siendo, sinceramente, un tonto. Pero tonto de los de verdad. No es una situación en la que te vendan lo que le acaba de pasar al protagonista para explicar lo que va a empezar a hacer, no es una estructura, es un día más en su vida. Casi causa un poco de angustia pensar que ese puede ser su día a día: su forma de (no) pensar y su forma de actuar. Pero en el fondo por este motivo (y muchos otros), todos somos Holden Caulfield.
Esta es una novela que se escribió en los sesenta, un libro para niñatos irascibles de la época a los que lo único que les llenaba era tener a alguien con quien quejarse de todo, entonces, ¿por qué a día de hoy, es un libro que se puede leer con la impresión de que fue escrito ayer? ¿Por qué sigue provocando los mismos sentimientos y hablando pestes de lo mismo de lo que hablan pestes sus lectores? Porque más allá del niñato de inmadurez facilona que es su protagonista, en él se puede ver la capacidad de hacerse preguntas. Preguntas sobre por qué creemos que está bien algo que le sienta tan mal a la gente, preguntas sobre ponerse en camino de un sitio sin saber ni siquiera qué sitio es (y mucho menos, si te parecerá un buen sitio), preguntas acerca del comportamiento de la gente, preguntas acerca de si es problema de ellos, o el problema eres tú. Sí, su protagonista será un niñato, pero es un niñato mucho más lleno de verdad que el ambiente en el que se mueve, incluso aunque a veces actúe con esa falsedad que tanto, tantísimo, critica de la gente de su alrededor. Hasta la exasperación considera a todos falsos, falsos, falsos, en su forma de comportarse y en su forma de reaccionar como todos esperan que reaccionen, y él se ve irremediablemente arrastrado a comportarse como un falso también, y eso le duele.
Es curioso como en la odisea urbana del protagonista van apareciendo distintos personajes que tienen su propia historia de forma velada. En un susurro, el protagonista los describe por encima, y da detalles de ellos que hacen volar la imaginación para imaginarnos una verdad escondida detrás de las intervenciones que hacen. Prostitutas, falsas amigas, amienemigos, hermanas pequeñas con la ternura de un bebé y la madurez de una madre, profesores con ojos de pena... todos juegan un rol en el sinsentido que supone El guardián entre el centeno.
La narración es en primera persona desde el punto de vista de, como no, Holden. Su pobre vocabulario se ve en la repetición de la palabra "jo" hasta la saciedad y en las ideas inconexas entre sí que intenta transmitir infructuosamente de forma clara, a fin de hacerse entender. En su mundo, nunca lo consigue, en el nuestro, en el de sus lectores, sí. Una narración acorde con la historia que se cuenta.
Sé que una reseña en la que todos los puntos que se intenten analizar vayan dirigidos al protagonista es rara, pero eso es esta novela. Esta novela es Holden Caudfield. Como he dicho: sin argumento, sin estructura. Con un aspecto pasivo pero pataleando de rabia y dando tumbos por Nueva York. No hay más que decir, ni siquiera voy a intentar ponerle una nota numérica, como me ha pasado otras veces. Cierto, me ha faltado algo, pero la lectura me ha más que merecido la pena. Me ha gustado leyéndola, me ha fascinado analizándola y me ha hecho pensar escribiendo sobre ella. Solo sé que El guardián entre el centeno es un libro que, de haber leído dentro de cinco años, me hubiera matado de rabia por no haberlo descubierto ahora. No voy a hablar de edad, no voy a decirle a nadie que se le ha pasado el arroz para esta lectura, pero si voy a decir que tengáis prisa en recibir esta dosis de palabras que componen la obra de Salinger si estáis un poco perdidos. Porque antes de decir que nadie os comprende debéis beber un poco de la autocompasión de Cauldfield.
Al fin y al cabo, alguien que ha inspirado tantos indipersonajes de la literatura, desde los libros de Ben Brooks hasta los amigos de Charlie de Las ventajas de ser un marginado, no puede no levantar las empatías de sus lectores.